El ayuntamiento de Sevilla no parece preocupado por la invasión publicitaria del espacio y el tiempo público en la ciudad. Más bien al contrario, se beneficia de la venta de espacios públicos instalando y alquilando innumerables marquesinas, vallas, etc. Por si fuera poco, hace la vista gorda, de otro modo no se explica su proliferación, sobre la publicidad no controlada, ni regulada que inunda muros, fachadas, y últimamente suelos, afeando y ensuciando cualquier lugar de la ciudad. El colmo de esta tendencia se manifiesta en estos dos ejemplos: el tan anunciado, como costoso y criticado tranvía se ha convertido, en toda su extensión, en un mega-anuncio que recorre, una y otra vez, el centro; por otra parte, un lugar tan emblemático de la urbe como la Plaza España se transforma de vez en cuando, supongo que cuando la cantidad ofrecida satisface a los responsables, en una zona privada con el acceso restringido a ciudadanos y visitantes, mientras los selectos invitados de poderosas compañías celebran sus fastos.
El afán publicitario de las empresas no tiene límite, no les basta con ocupar el espacio, también quieren dominar el tiempo público. Hoy en Sevilla, como en cualquier otro lugar, los actos culturales están sometidos al patrocinio. Las marcas se han adueñado del tiempo de ocio: conciertos, exposiciones, hasta las fiestas de los barrios son financiadas, y por tanto, controladas por algún banco, empresa cervecera, etc. La máxima manifestación, en nuestra ciudad, de este secuestro del tiempo público se aprecia en la Semana Santa. El, en otras épocas no muy lejanas, tiempo sagrado de esas fechas se ve profanado impunemente por las marcas. Lo peor, sin embargo, no es la inoperancia de las autoridades, sino que ésta viene propiciada por nuestra indiferencia. Aceptamos insensibles, como una parte más del paisaje, su presencia constante, ineludible, tal es su poder de seducción y penetración en nuestra conciencia. De esta manera, contemplamos sin ofendernos, en La Campana, punto neurálgico de esta celebración, en directo o por televisión, pasar a La Macarena o al Jesús del Gran Poder enmarcados bajo los neones de McDonald’s, Burger King o Starbucks, utilizados como personajes de anuncio, prostituidos por el más soez de los materialismos: el del beneficio, auténtica religión de las marcas.
lunes, 28 de enero de 2008
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